Su peor momento: penalti fallado ante el Bayern de Múnich | Reuters
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Kaká ha vuelto a resucitar. A resucitar deportivamente hablando, se entiende. El mediapunta brasileño del Real Madrid disputó ante el Rayo Vallecano un buen partido. Su exhibición lo convierte en candidato a jugar alguno de los choques importantes que los blancos afrontan en los próximos días. No es la primera vez que sucede algo así. Durante su casi cuatro temporadas en el conjunto blanco, el ex del Milan ha protagonizado un buen puñado de reapariciones acompañadas de otras tantas decepciones. Es su bucle constante en el Bernabéu.
Que esta vez se repita o no el guión es algo que se verá con el paso del tiempo. Sea como fuere, lo sucedido este domingo recuerda a los episodio anteriores. En todos ellos el patrón es más o menos similar.
Kaká, apartado de los focos del madridismo por alguna bajada de rendimiento precedente, reaparece en un par de encuentros en los que, poco a poco, y con buen ritmo físico, lleva a cabo actuaciones notables ante un público blanco que se ilusiona con semejantes destellos de calidad.
Estos bajones suelen coincidir con alguna decepción de otro futbolista blanco, lo cual coloca a Kaká en las quinielas de próximos partidos. Kaká, finalmente, juega en algún duelo trascendente en el que, otra vez, vuelve a rendir por debajo de lo esparado para caer en el ostracismo hasta la siguiente resurrección.
Un mal inicio en Madrid
El proceso se empezó a ver muy pronto. Kaká llegó al Real Madrid con la aureola de ser no de los hombres más importantes para el futuro blanco. Una inversión de 65 millones de euros y su currículum en el Milan lo avalaban. Empezó fuerte.
Ante el Barça, en su primer Clásico, fue el mejor del Real Madrid, pero pronto se desinfló. Ante el Olympique de Lyon en el Bernabéu protagonizó su mayor fiasco. No brilló y el Real Madrid cayó, otra vez, en octavos de la Champions.
Aquella fue su primera gran decepción. Decepción a la que se unieron las críticas de su esposa a Pellegrini a través de Twitter. Desde aquel día, el brasileño comenzó a desaparecer de las alineaciones merengues aquejado de problemas físicos.
Kaká llegó a jugar el Mundial, pero lo hizo por debajo de su nivel. Estaba lesionado. A su vuelta de vacaciones, Kaká anunció que se quería operar de la pubalgia que arrastraba. Aquello indignó en la entidad blanca. Forzó para jugar en Sudáfrica y tras el campeonato, prefirió descansar a adelantar plazos con una operación rápida.
Primer batacazo con Mourinho
Ya con Mourinho en el equipo, Kaká regresó a principios de año y, ante el Villarreal, jugó un gran partido de fútbol. Fue su primera recuperación seria. Su primera resurrección. Parecía que Kaká volvía. Pero no. El suflé se desinfló de nuevo unos meses después cuando Mourinho le dio la responsabilidad de jugar la vuelta de las semifinales de la Champions ante el Barça.
Dos partidos antes, había maravillado con dos goles ante el Athletic, en San Mamés. Sin embargo, en el Camp Nou, hizo un partido nefasto. Apenas atacó y pese a que el equipo ralló un fútbol más que aceptable, él se desmarcó.
Ya entonces empezaron a sonar con fuerza los rumores de una venta que no llegó. Vuelta a empezar. Entonces llegaron de nuevos sus nuevas resurrecciones. Ante el Ajax, por ejemplo, protagonizó en la fase previa dos grandes partidos. También frente al Apoel, en los cuartos de la Champions.
Entonces Mourinho le volvió a dar oportunidades. Frente al Atlético de Madrid o Granada, en Liga, el brasileño jugó, pero apenas lució. Vuelta a empezar con una excepción: las semifinales de la Liga de Campeones.
Su peor día ante el Bayern
En el duelo clave, en la vuelta, en el Bernabéu y ante el Bayern, Kaká tuvo su oportunidad definitiva. Ése era el día. Ésa era la fecha. El jugador saltó al césped en la segunda parte y pudo, durante esa parte del tiempo reglamentario, y en ambas prórrogas, protagonizar un par de buenas ocasiones. Pero Kaká fue otra vez ese jugador gris, falto de frescura e ideas.
Incluso en la tanda de penaltis marró el suyo. El fallo de CR7 y el de Sergio Ramos se unieron a aquella pifia. El Real Madrid se quedó a las puertas de la finalísima. Lo que estaba llamado a ser su gran día se convirtió en su sentencia. Todo parecía destinado a la salida del jugador de la capital.
¿Titular ante United o Barça?
Sin embargo, problemas económicos (su alto salario) impidieron una venta que lo mantuvo en Madrid con algún gesto carente de disciplina, todo sea dicho. El jugador no quiso celebrar la Supercopa de España con el resto del grupo como represalia a las presiones para que saliera del Bernabéu.
Pero Kaká volvió a jugar. Y volvió a brillar ante el Ajax (otra vez), pero, como siempre, cayó en un ritmo gris decepcionante. Su expulsión (autoexpulsión) en Pamplona fue la gota que colmó el vaso. Otra vez puertas del mercado invernal abiertas. Ofertas hubo, pero no interesaron al club o al propio jugador.
Así llegamos al panorama actual. En dos partidos seguidos, separados apenas por una semana, contra Sevilla y Rayo Vallecano, Kaká ha brillado. Con Benzema e Higuaín tocados, todo apunta a que podría ganarse un puesto contra el Barça o el Manchester United.
Cierto es que el rendimiento mostrado hasta ahora en estas segundas (o terceras) oportunidades siempre ha sido negativo, pero también es cierto que su calidad (la que se le supone) invita a un optimismo que podría darle un puesto en el once.
Es el cuento de nunca acabar con un jugador más cercano al Ave Fénix que a un crack brasileño. Cada vez que 'muere', resucita. Pero nunca se mantiene. Siempre desaparece. ¿Hasta ahora? Veremos.
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