No pudo empezar mejor el partido en el Santiago Bernabéu. Antes del mismo, el respetable le había dedicado una grandísima ovación a Casillas, acompañado de una nueva pitada a José Mourinho a la hora de cantar las alineaciones. Esta vez menor que el domingo y con muchos aplausos también, pero pitada al fin y al cabo. Sin embargo, en este partido no hubo tiempo de que esa tensión se aposentara en los nervios de público y jugadores. Cristiano Ronaldo no lo quiso así. Corría el minuto dos cuando ya había marcado de un tremendo zapatazo desde más allá de la esquina izquierda del área celeste. Un tomahawk de los suyos, cuyo efecto despistó a Sergio y clasificaba virtualmente a los blancos con todo el partido por delante y con un Celta plagado de suplentes por obra y gracia de la inexplicable maniobra de Paco Herrera.
No le perdió la cara al partido aun así el Celta de Vigo, teniendo cuarto de hora de estilosa posesión en el coliseo blanco. Sin embargo, era el momento del Real Madrid, que se había quitado el corsé que tanto le ha oprimido en esta primera mitad de temporada. Desde el medio del campo Ozil, Khedira, y sobre todo, Ronaldo y Modric manejaron fluidamente al equipo blanco, que además gozó de su tradicional pegada en ataque. Así, a los veinte minutos, la conexión luso-croata surtió efecto con un remate al primer toque del ‘7’ desde dentro del área a un precioso pase largo que acabó en las mallas visitantes. Como hicieran ya Xabi Alonso y Ronaldo en Balaídos. El portugués firmó así su doblete particular para superar a Pirri como séptimo máximo goleador de toda la Historia del club blanco: 173 dianas en 172 partidos, que terminarían siendo 174, nada más y nada menos.
El 2-0 decantó la balanza del lado blanco definitivamente ante un Celta al que sólo se le vio en una última tangana antes del descanso entre De Lucas y Ramos. Y mientras tanto, el equipo blanco pudo haber finiquitado la eliminatoria merced a una falta de Ronaldo que se marchó lamiendo el larguero, otra falta del propio Sergio Ramos también alta, y sobre todo, un gol anulado al ‘7’ merengue por fuera de juego. Jugada que, unida a una tarjeta amarilla a Túñez que en el bando blanco se entendió que debía estar teñida de roja, provocó la ira de un Mourinho permanentemente rezagado en su propio banquillo.
El descanso no le sentó bien al Real Madrid, eso sí. Llevaba toda la iniciativa antes del mismo, y poco a poco se dejó comer terreno tras la reanudación, fruto quizás de los cambios tácticos. Xabi Alonso dejó su sitio en el campo por unas molestias en el cuello, tomando Essien su puesto, con Ramos de lateral derecho y Varane de central, en un 4-3-3. Aunque defensa español y francés se intercambiaron los puestos apenas quince minutos después. Y mientras tanto, aunque Hugo Mallo tuvo que marcharse lesionado, Paco Herrera dio entrada a Iago Aspas y Demidov, y poco a poco fue ganando confianza con el balón en los pies.
Hasta el punto de que el madridismo llegó a temer por la derrota cuando, sin haber encarado a Sergio prácticamente en toda la segunda parte, el colegiado Ayza Gámez expulsó a Sergio Ramos a falta de quince minutos para el final por una segunda amarilla más que rigurosa. La primera tarjeta fue por la entrada que originó la tangana con De Lucas, y la segunda por una falta al borde del área, pocos minutos después de que a Jonathan Vila le perdonaran una amonestación. Así, Iker Casillas tuvo incluso que salvar a su equipo con tres paradas casi consecutivas, especialmente una a Krohn-Dehli desde dentro del área cuando ya jugaban con un futbolista menos.
Sin embargo, cuando peor pintaban las cosas y el público andaba conteniendo la respiración, fue cuando volvió a aparecer Cristiano Ronaldo, el mejor de este Madrid sin ninguna duda. En un contraataque, Higuaín le cedió el balón, y éste resolvió con un zurdazo raso al palo corto que trajo la tranquilidad al respetable del Bernabéu a falta de tres minutos para el final. Khedira redondearía la goleada. El trabajo ya estaba hecho para entonces. El Real Madrid respira un poco. Funcionó el boca a boca de Ronaldo cuando se rozaba ya la machada.
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