Modric se convirtió ayer en un hombre clave | EFE
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El Real Madrid protagonizó ante el Celta de Vigo uno de sus partidos más completos del año. Al menos en sus primeros 45 minutos. Y lo hizo basándose en los cambios tácticos que introdujo un José Mourinho de doble cara: acertado en el arranque del partido, desacertado en la restructuración del equipo tras la lesión de Xabi Alonso.
Y es que Alonso, su posición, y sus compañeros de medular fueron clave para dibujar un inicio de partido como hacía tiempo que no se le veía.
Posesión estilo español
El Real Madrid, ayer, lejos de lo que viene siendo habitual, decidió adoptar el esférico para mimarlo y cuidarlo en largas posesiones. Nada de contragolpes. Nada de balones en largo y sí mucho 'tiki-taka' con sentido y peligro constante. Muy del estilo de 'La Roja'. Todo ello estuvo liderado por un centro del campo creativo y bien dispuesto sobre el césped.
Ayer, el Real Madrid no jugó con el tradicional 4-2-3-1, sino que dibujó un 4-1-3-2 que volvió loco a la defensa del Celta. Con Xabi como referencia por delante de la zaga, Modric y Özil pivotaron por delante de él creando espacios y movimientos donde no los había. Para colmo, Khedira se liberaba constantemente de su posición para sumarse al ataque. Había nacido una solución perfecta para la zaga estática de los gallegos.
Entra tanto, Cristiano Ronaldo caía a banda con libertad y Benzema permutaba su posición con el portugués para entrar por sorpresa.
El tercer ingrediente de este nuevo mecanismo lo aportaron los laterales. Con Di María y Callejón en el banquillo, fueron Essien y Arbeloa los que ocuparon los costados. Y lo hicieron de forma efectiva. Cierto es que en ocasiones su presencia era simplemente posicional, pero permitía cubrir espacios para que el centro del campo merengue tuviera libertad de actuación.
El dibujo salió a la perfección y Özil y Modric se hincharon a dar pases y más pases de gol.
Sin Alonso, llegó el error táctico
El problema llegó cuando Alonso se lesionó tras un golpe en la nuca con De Lucas. Mourinho sacó a Varane en su lugar y adelantó a Essien al mediocentro. Ramos formó primero en el lateral, pero el vacío en defensa fue tan grande, que tuvo que cambiar el puesto con el francés.
Sin Xabi y con Essien tratando de hacer sus funciones, el Real Madrid se hizo pequeño. Fue ahí cuando Mourinho consiguió reaccionar y sacó a un Di María que ocupó el puesto de Özil y bajó a Modric a la media. El croata empezó a crear fútbol e incluso a destruir el del rival. Suyo fue el robo que permitió la contra del 3-0.
Cara y cruz de un Real Madrid que parece haber encontrado la vía de la excelencia. Mantenerla o no es cosa de Mourinho, un entrenador poco aficionado a este estilo y más amante de la velocidad como forma de juego.
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