Es de personas inteligentes tratar de reinventarse cada semana. Ordenar los muebles, hacer propósitos bondadosos, saludar a los vecinos con entusiasmo, salir a correr para expiar nuestros pecados veniales. Empieza el año y los equipos vuelven al escenario. Todos arrastran la tristeza postvacacional. Nunca los jugadores parecen más proletarios que en la vuelta al trabajo tras las fiestas. No sé si los clubes hacen balance de lo vivido y se ilusionan con el futuro. Algunos deberían hacerlo. Los que juegan a no descender deberían haber cenado lentejas el 31 de diciembre. No sé qué cenaría Florentino Pérez, pero algo debe andar mascando para darle una vuelta de tuerca a este engranaje mohoso llamado Real Madrid.
La grandeza, como la amistad, es un sentimiento que debe cultivarse. Mimarse. Los que creemos que Mourinho es un buen entrenador no podemos obviar que su táctica mediática se basa en la crispación y el chuleo. Es su rollo, su way of life. Cada uno se defiende como puede. Porque hay que defenderse ante un tipo de periodismo sanguinolento que ve el fútbol como un elemento puramente tangencial. No se puede ser siempre tan punzante, ni tan inteligente. Paradójicamente, la brillantez a veces hay que aparcarla frente a la labor casi funcionarial del informador. Es mi opinión. También es mi opinión que Mourinho es un buen motivador que utiliza métodos chapuceros. Cómo decirlo. Que saca lo mejor de algunos jugadores pero el precio es ridiculizar a otros muchos. Como un entrenador de cadetes en un equipo de barrio. Con ese rasero peligroso. Debe ser difícil gobernar un vestuario de estrellas. Debe ser difícil hacer que corran los que no han corrido en su vida.
No sé cuál es el problema del Madrid, pero está siendo una temporada pobre. Estéticamente es como uno de esos feístas cuadros de vanguardia: vemos algo horrible pero queremos creer que bajo esa apariencia despreciable late una voluntad rompedora de su creador. Que dentro del cuadro hay otro cuadro que sí trascenderá. O mejor dicho: que tanto abandono liguero es parte de un plan marvelístico para levantar la Champions. Dudo que las lesiones de Higuaín, el imposible recambio de Alonso, la vulgarización de Casillas, el insalvable juego de Kaká, la timidez de Modric o el burlesque de Coentrao sean cartas barajadas por Mourinho. Pero los aficionados somos personas de gustos sencillos y a veces creemos en este tipo de entrenador fatuo que, como las moscas, siempre parecen tramar algo.
Creo que el Madrid tiene un problema. Un problema futuro. Si el Manchester United, o el que venga después hipotéticamente, apeara al equipo de Mourinho de la Liga de Campeones, el telón caería y veríamos a un club desnudo y obstinado, como al Mago de Oz manejando los mandos. Ocultando la realidad pedestre tras una cabeza con ínfulas, tras una imagen envalentonada de sí mismo. Mourinho sabe que la plantilla no rinde, que Di María no está rápido, que Özil sigue con su particular guadianismo, que con Benzema no es suficiente, que lo de Essien fue un capricho injustificable, que sin laterales no se pueden ganar partidos. Es decir, que la planificación de verano ha sido vaga. Queda Ronaldo, queda un buen Khedira, quedan Ramos y Pepe. Pero el Barcelona, con mucho menos, está batiendo records.
No sé qué propósitos ha hecho Florentino. No sé si Mourinho ha reordenado los muebles de su casa buscando un Feng Shui óptimo. A veces un volantazo es la mejor manera de recuperar el camino perdido. Dos buenos fichajes, tal vez. Un delantero con hambre de mundo. Un lateral cumplidor, con la decencia suficiente de guardar la posición y hacer buena marca a balón parado. O quizás el portugués sólo deba relajarse. Dejar que el club extienda su magnificencia. Retomar las riendas de un caballo desbocado. Ir al trote, poco a poco, asegurar Europa. Reordenar las piezas. Confiar en Modric, darle a Casillas los galones que merece, decirle a Ramos que es el mejor central del mundo. Recuperar a Marcelo, esperar a Higuaín, arropar a Khedira todas las noches con un beso en la frente. Olvidarse de la liga. Jugar a los dardos, poner una foto de Old Trafford en el centro de una diana.
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