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La equidad de la élite es letal. Tanto como para que el más mínimo detalles desencaje las piezas perfectamente estructuradas, para que deje sentenciado un planteamiento sin tabúes y para encerrar una cruel venganza en aquél escenario que maximiza todo enfrentamiento. Esa cara amarga, radicalmente opuesta a lo que se estaba mostrando en el césped y hasta aniquiladora por la irrefrenable sensación de impotencia generada, la padeció hoy el Manchester United en su eternamente mágico Old Trafford. Y le tocó sufrirlo en una acción que fulmina las esperanzas del trabajo bien realizado, porque hasta ese momento cumbre del choque, el Real Madrid había caído en su maquinaria de incomodidad. Limitado en espacios, cerrando líneas de pase y aprovechando las espaldas de los adelantados defensores blancos, Alex Ferguson leyó de inicio mucho mejor el partido que Ferguson. Tuvo las mejores ocasiones (un poste de Vidic) y la sensación de pobreza visitante se había multiplicado al descanso.
Más aún cuando en ese guion encontró premio nada más iniciarse la segunda mitad con una jugada llena de rechazos y suciedades en el área madridista que terminó con Sergio Ramos desviando la pelota hacia su red. Cuando más sufría, cuando más falta de ideas constataba y justo cuando tocaba empezar a arriesgar sobremanera, entró en escena ese elemento externo que puede condicionar todo lo hasta entonces visto. Si las diferencias en la élite son mínimas, las pérdidas ante una expulsión, lo reflejan vilmente y la de Nani, por una dudosa patada aérea a Arbeloa cuando el luso estaba de espaldas, cuestiona una vez más algunas actuaciones arbitrales (no será quien escribe ni en este site donde se critique). En ese contexto renovado, Ferguson quedó maniatado pues incluso las órdenes hasta entonces establecidas, habían perdido sentido y todo quedaba servido para esperar, contener y encerrarse. Esa lectura fue clave porque Mourinho sí reaccionó de inmediato sacando a un Modric que resultó determinante. El croata, como nunca antes había demostrado de blanco, encontró dinamismo, aumentó la circulación y espoleó la actitud del equipo, dando un paso adelante determinante.
Fue él mismo quien logró conectar un disparo ajustado desde la frontal para romper el guion y equilibrar una eliminatoria que ya había quedado trastocada con la roja, y que se acabó de encarrilar en esos minutos donde uno respira de ilusión y el otro de impotencia. Todavía unos sufrían ese calvario de quedarse con uno menos, mientras el rival había encontrado la luz al final del túnel. Cristiano, sin celebrarlo, empujó en el segundo poste otra gran jugada asociativa fraguada por las temeridades defensivas de un United, para entonces, absolutamente agotado. Y pese a que el calor del graderío, el escenario y el coraje interminable de los ingleses, les dio para haber podido cambiar el discurso con varias acciones clarísimas de gol donde Diego López amortizó ya su fichaje (cierto que con espacios también De Gea resulta importante), el Real Madrid había sacado la cabeza del infierno mancuniano para salir airoso de un Teatro donde el sueño fue visitante.
Podríamos citar a Welbeck por su incansable capacidad para pelear cualquier balón y ganarse hueco en los planes de un equipo donde sin Ferguson y su capacidad de confianza, no jugaría jamás. Podríamos hablar de cómo debió sentirse Rooney en el banquillo en el partido más importante de la temporada debido a un planteamiento (exitoso pese a todo) de su técnico. Incluso podríamos recuperar a Nani como la acción determinante que maquilla cualquier escenografía posterior a su ‘salto’ impredecible. Pero también sería injusto no entonar la convicción de Modric desde que puso un pie en el césped, mostrando esa fuerza y animosidad que siempre le habían criticado por ausente desde su aparición o la mejoría de Diego López bajo palos en un escenario que exalta o perfora cualquier actuación hasta límites insospechados. Pero por desgracia, será la noche en la que Mourinho salió airoso en resultado, que no en sensaciones, pidiendo perdón en aquél estadio donde sueña continuar su carrera, aquella que Ferguson ha visto letalmente obstaculizada sin poder explicar aún el porqué de su lamento…
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