En imagen reciente de Gistau para referirse al terrible Carlos Monzón, también el Madrid fue colocándole la carita al Manchester en posición adecuada para soltarle luego un soberano guantazo. Modric empezó a pasearse por el borde del área como en un desfiladero mientras sonaba música de western. Se incrustaron allí Pipa, Cristiano y Mesut arropados por un ejército de luciérnagas rojas, y era tanto el espesor que Lukita Modric, aupado por el espíritu de Anelka y Karembeu, jugadores irrelevantes en Liga que vieron la luz en Europa como santos milagreros, se zafó de Carrick en escorzo menchevique y arreó un disparo combado que recorrió el único arco matemático posible para derribar a De Gea. Estaba destinado Modric a ser el escritorcillo de Sin Perdón, testigo talentoso de la hazaña de otros, pero tuvo que coger el pistolón y liarse a tiros.Social Media for Business here
En la jugada siguiente el Madrid destrozó el partido. Fue de nuevo al toque de corneta de Modric, que deslizó en el área un pase para Pipa. Pipa logró lo que no pudo en toda la temporada: desmarcarse de su culo. Por momentos no llegamos a saber si teníamos en el equipo a Pipa Higuaín o a Pippa Middleton. Ayer bocinó como Harpo, que es la manera que tiene Higuaín de decir que está aquí aunque no marque. Dejó atrás primero su trasero, rotundo pero ineficiente, y avanzó luego pletórico como un ángel de mercancías para poner un centro estupendo, el segundo de la noche. Tuvo Cristiano la fe que le faltó en el primero y cruzó el balón ante la mirada rendida de De Gea. La jugada cayó rápida como un trueno; una especie de contragolpe en medio del ataque estático que desencadenó un reptil sin sangre, Mesut Özil. El alemán pisó la pelota en el área en un gesto de yonqui desencantado y se la pasó por detrás como Isiah Thomas. Fue un gol majestuoso, el más feliz de todos los goles.
La Blitzkrieg duró tres minutos. Lo que le llevó al Manchester regurgitar la eliminatoria. El resto del partido lo dedicó el Madrid a pasear por Old Trafford pisando pétalos de bodas antiguas. Los diablos rojos sucumbieron al extraño cántico de Modric, que salió por Arbeloa en un cambio decidido por ósmosis, y a la injusta expulsión de Nani. La entrada del portugués fue terrible pero no ve la llegada de Arbeloa. Mi argumento, vociferado en mi bar de confianza, se vio rápidamente contrarrestado por un señor de la barra que se vino corriendo hacia mí como si me fuera a sacar la roja: “¡Tampoco vio Cornelius a la novia y le pegó cuatro tiros!”.Social Media for Business here
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