BALONCESTO | EUROLIGA | REAL MADRID 77 - FENERBAHÇE 61
Los blancos remontan un partido peligroso ante un Fenerbahçe que aguantó tres cuartos y a pesar del nefasto día en el tiro exterior. Mirotic y Slaughter los mejores del encuentro.
El Real Madrid se ha convertido en un gran equipo de baloncesto, en un titán que no se amedrenta ante nada, ni siquiera ante sí mismo, y que cada día que pasa se adivina como uno de los verdaderos candidatos a conquistar la codiciada Euroliga. Las dos últimas exhibiciones, ante Khimki y Fenerbahçe, son buena prueba de ello. El Khimki aguantó una parte. El temible Fenerbahçe de McCalebb, Bogdanovic y Sato, coreografiados por Pianigiani, se opuso al poder blanco durante tres cuartos, el tiempo que tardaron los de Laso en expltar todo el talento que barniza a esta plantilla. El día que no aparecen Rudy o Llull, es el turno de Mirotic, Carroll y, como anoche, de Slaughter, una fuerza de la naturaleza imparable cuando se desboca. El noble Fenerbahçe lo intentó, pero terminó claudicando ante la tremenda fortaleza del Madrid (77-61).
El Fenerbahçe llegaba a Madrid con el orgullo dolido, con ganas de revancha y con la lección aprendida del partido en Estambul. De primeras, el cerebro de Pianigiani robó la idea de Laso. Los turcos corrieron, cerraron las puertas del tiro exterior madridista y, al igual que el Khimki la semana pasada, obligó al Madrid a pensar en cosas nuevas. El Fenerbahçe rápido se puso por encima y al Madrid, que endulzaba el marcador con jugadas espectaculares, le costó todo el esfuerzo del mundo mantenerse cerca en el marcador. Bogdanovic estaba tremendamente acertado, Batiste aprovechaba esa estela y McCalebb empezaba a sacar brillo a su fusil. En cinco minutos, 8-14; en 11', 16-24. Fenerbahçe ya se había presentado en el Palacio de los Deportes.
Entonces, Laso sacó a escena a su interminable fondo de armario. El técnico puso a Felipe, Carroll, Slaughter y Draper en pista y el Madrid recuperó parte del aliento. El Madrid juega al límite, entre carreras, suspiros y jadeos, y cuando la historia no funciona recurre a soluciones a las que no está acostumbrado. Lo sabía el Fenerbahçe y los turcos empezaron a reclamar un baloncesto más colectivo para verse superados. La agobiante presión que dan al Madrid Draper, Felipe y Slaughter sólo mantenía de pie al equipo. La lamentable exhibición de tiro exterior, su forma de aniquilar favorita (1 de 10 al descanso), impedía a los blancos imprimir el infernal ritmo en el que suelen nadar. Además, por allí andaban McCalebb y Bogdanovic, que, desdibujado Sato, era todo el veneno del que disponía Pianigiani.
La vorágine en la que se mueve el Madrid tiene muchos puntos positivos, pero cuenta con un punto débil demasiado grande. Si el equipo no está acertado, cada canasta se convierte en un mundo, en un trabajo incansable y al Madrid le cuesta lidiar con esa frustración. Pero la segunda mitad llegó con una pinta diferente. Al francotirador Bogdanovic (18 puntos) le salieron dos triples de Mirotic y Rudy. Entonces, contra todo pronóstico, el aro se hizo pequeño para los blancos. Varios ataques sin anotar, volvieron a permitir un pequeño despegue del Fenerbahçe, anclado a la imaginación y el acierto de Bogdanovic y McCalebb. Sin embargo, este Madrid es puro trabajo, pura dedicación, puro talento. Y se puso por delante (54-52, al final del tercer cuarto).
El esfuerzo de Slaughter (12 putnos, 10 rebotes, 23 de valoración), inmenso toda la noche, contagió al resto. Incluido el Fenerbahçe. Jugadores por el parqué, robos, tapones. El partido, a falta de acierto, tenía todo lo que se puede esperar de un duelo de muchísima altura en Europa. Era el momento de que alguien asumiera el mando. La responsabilidad miró de frente a Mirotic y a Carroll y ninguno defraudó. Fenerbahçe pagaba su terrible derroche y no podía con todo lo que lanzaba Laso. Suficiente mérito era haber parado la primera horda blanca, que suele ser letal. El Fenerbahçe estaba comprobando otra vez que el equipo de Laso es interminable, que el Madrid es infinito.
Mirotic (18 puntos, 19 de valoración) y Carroll se inventaron un 12-0 (64-52, minuto 33) y fulminaron a los turcos, fundidos y desesperados. Después de recomponerse, al Madrid le quedaba disfrutar y contener el último y rabioso empuje otomano. Y, sobre todo, demostrarle a Europa entera que este equipo va muy en serio.
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