Estar, lo que se dice estar, el Madrid no estuvo, o al menos la primera mitad, que la segunda ya fue otro cantar,y como claro ejemplo tenemos la sonrojante expulsión de Sergio Ramos, el mejor central del mundo cuando está 100% concentrado y un pusilánime abusón de colegio de tres al cuarto cuando no da importancia al partido en cuestión. Parece evidente que el de anoche para él no lo era, por ello se dejó coger la espalda como si fuera un alevín y forzó su expulsión de una manera absurda, tan absurda que me da a mí la sensación de que había quedado con su mujer para cenar y el chico tenía prisa, y claro, si te espera Pilar Rubio no hay partido de fútbol que valga.Social Media for Business here
Ello nos llevó a una primera parte insulsa, con un Madrid que seguía sin comparecer salvo algún detalle estético de Isco o algún fogonazo al espacio de Bale y un Galatasaray que ha perdido la alegría anárquica que tanto me gustaba en favor de un control malentendido en manos del técnico más sobrevalorado del mundo, Mancini. La cosa se salvó por el gol de falta de Bale, que había fallado un mano a mano anteriormente, un gol que contó con la inestimable colaboración del portero turco, y, sobre todo, por el soberbio pase de Drogba para el gol del Galatasaray. Sólo ese pase valió aguantar los primeros 45 minutos del juego.
Pero algo cambió tras la reanudación. El Madrid pareció ponerse las pilas, hacerse a la idea de que estaban con 10 y de que había que ponerse las pilas y a fe que lo hicieron. Ancelotti recompuso el centro del campo, pasando del doble pivote inicial con Illara y Casemiro, a su trivote habitual con Illara de ancla y Casemiro y Di María de interiores, dejando a Isco de media punta y Bale de delantero centro, y la cosa funcionó.
El centro del campo pasó a manos del Madrid, la intensidad creció en gran medida y todo empezó a fluir de una manera maravillosa para que los espectadores pudiéramos disfrutar de una segunda mitad fantástica, en la que Arbeloa se erigió en gran protagonista, pasando de su papel secundario habitual a ofrecernos todo un alarde de fútbol, defensivo y ofensivo, un partido redondo del lateral que encandiló a los aficionados y nos sirvió para comprender que no todo en este deporte son candilejas por doquier.
A esta mejora del juego madridista contribuyó sin duda la aparición de Xabi Alonso, al cuarto de hora. Él sólo se encargó de organizar al equipo, de marcar el tempo y de mostrar a los jóvenes el camino, sobre todo a Illarra, que nunca agradecerá lo suficiente el poder estar aprendiendo del maestro. Desde su salida todos parecieron mejores y el Galatasaray peor.
Así, tras el gol de Arbeloa, de delantero centro puro, llegó el de Di María, otro meritorio que demuestra cada día el porqué de su existir. El argentino, desacertado en la primera mitad cuando jugó de extremo en banda izquierda, mejoró en la segunda, ya más retrasado, jugando como interior, y en todo momento ofreció energía y fútbol a partes iguales, con algo de precipitación en ocasiones, claro está, porque si no, no sería Di María.
Y, sobre todo, llegó el cuarto, el gol de Isco, afeado por un par de rebotes previos pero que dejó una estela de magia solo al alcance de jugadores tocados con esa varita de los dioses para jugar a este deporte. El malagueño estuvo bien durante todo el partido, con ráfagas excepcionales y otras de desaparición, pero cuajando un partido completo que demuestra que su fútbol mejora con la continuidad.
Por la sucesión de acontecimientos quedará para la anécdota que Jesé saliera de inicio como delantero centro, en detrimento de Morata, aunque creo que hay que analizarlo más como el hecho de que Morata tendrá más oportunidades que el canario, ya que uno sustituye a Benzemá y el otro a Ronaldo, y poco más hay que decir al respecto porque a buen entendedor…
En definitiva, el Madrid redimió una primera parte nefasta con una segunda fabulosa, certificó su pase a los octavos de final como primera de grupo y, sobre todo, sigue dando sensación de que la energía fluye de manera positiva, que la negatividad partió hacia otros lares, tal vez hacia Londres.
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