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sábado, 30 de noviembre de 2013

"No soy del Real Madrid por casualidad"

SANTIAGO HIDALGO CHACEL | VALLADOLID.-

Gerardo Gutiérrez (México DF, 1953), es asiduo al Bernabéu y solo ha acudido una vez al Nuevo Zorrilla. Fue en la ida de Copa del Rey de 2005 entre vallisoletanos y merengues que luego el Valladolid culminaría eliminando al Madrid con gol de Xavi Moré (1-1). En esta ocasión, y sin que sirva de precedente, la sección se queda con el blanco del rival más que con el violeta o el albivioleta. Razones de peso. Y es que hay avatares que pueden llegar a determinar nuestro modo de vivir. Hace algunos años, el Racing de Avellaneda contó con un gran estratega, Juan José Pizzuti, entrenador que hizo al equipo campeón del mundo después de obtener el récord de 39 victorias consecutivas practicando un fútbol alegre y ofensivo. Sus detractores, que también los tenía, decían de él: «Los manda al ataque porque es soltero». No sabemos si esta condición de célibe lleva pareja el fútbol ofensivo, pero lo que sí es meridiano es que hay veces que los sentimientos de identidad o pertenencia hacia un club son innegociables y se basan en una causa inexorable. Por ahí camina Gerardo Gutiérrez. Como se dice muchas veces, unas ideas, un partido político, incluso una mujer o pareja, se pueden mudar, pero nunca una afición a un club de fútbol. Eso es una cuestión existencial. Más si llega como llega.Social Media for Business here

El padre de Gerardo tuvo que emigrar en 1921 con 16 años y siendo el mayor de cinco hermanos desde la montaña leonesa a México DF. Lo relata el hijo: «Era una boca menos que alimentar y una potencial ayuda desde el exterior». Allí conoció a su mujer, emigrante como él y nacida muy cerca de Riaño, a treinta kilómetros de su futuro marido, aunque no se habían visto jamás hasta ese momento. El padre de familia trabajó de todo. De yesero, fabricante de ladrillos, «de fracaso en fracaso», hasta que acertó con la producción de varilla para la construcción. Eso les condujo de vuelta a España.

Cinco abonos para 20 amigos

Con siete años, en 1960, Gerardo y su familia recalan en Madrid. Ya desde México las referencias que tenía de España pasaban por «aquel Real de las cinco Copas de Europa», señala. Pero es que además su nueva casa en la plaza de los Sagrados Corazones, en Concha Espina, se ubica a menos de un centenar de metros del Santiago Bernabéu. Buen escaparate. Esa zona y sus calles se convierten también en foco de sus prácticas futbolísticas. «Con esos precedentes, no soy del Real Madrid por casualidad», exclama Gerardo. El determinismo es claro.

Además, al lado de sus cinco hermanos, todos socios del Madrid, la vivienda de los Gutiérrez es foco y antesala de fútbol los días de partido. «Con esos cinco abonos había días en los que entrábamos al fútbol hasta veinte amigos», dice Gerardo. El Real Madrid se convirtió en parte de sus vidas: «Recuerdo un día de Semana Santa, lloviendo, en que un chaval desconocido de nombre Velázquez sustituyó a Puskas en un entrenamiento de los jueves». Fue el cambio generacional de una época. «También el debut de Santillana en el Bernabéu cuando, por problemas en un riñón, estuvieron a punto de no dejarle jugar al fútbol». Gerardo, socio merengue desde los once años, admiraba antes a Amancio y ahora, como es natural, a Cristiano Ronaldo.

Actividad de riesgo

En estas épocas en las que emprendedor es una de las palabras más usadas en el lenguaje coloquial, a Gerardo Gutiérrez le tocó también levantar una empresa casi desde la nada. Químico, tras trece años en el sector, montó una consultora que, después de un tiempo razonable, se transformó en un laboratorio propio a cambio de vender su casa para comprar los necesarios equipos de producción. Todavía era en sus propias palabras «un riesgo asumible». La pirueta fue cuando, en 1996, Gutiérrez decide instalarse en Valladolid y en el Parque Tecnológico de Boecillo. «Allí no apostaba lo que tenía, sino lo que no tenía y mi futuro», indica.

Gutiérrez no considera ni un camino de rosas ni el éxito inmediato. «Ha sido cuestión de sembrar. Y claro que he tenido tropiezos importantes. Hasta trece años después no recupero el salario bruto que dejé en el año 1991, todo ello después de vender la casa y todos mis bienes. No hay nada sorprendente».

En el segundo año, 1998, ya se observan los beneficios de una empresa hoy consolidada que está presente en varios países, que exporta y que tiene casi 300 empleados. Sin embargo, las ideas de Gutiérrez no han variado: «Siempre he pensado que una empresa, una sociedad, no es el patrimonio del empresario, sino el conjunto de elementos, desde los trabajadores, accionistas, también los proveedores, los bancos, y las propias administraciones, como un equipo, porque todos ellos tienen intereses de la empresa. Y lo digo y lo fomento. Cuanto más claro tengamos todos que hay tarta a repartir, mejor. Luego diremos qué porción le toca a cada uno». Y es que esta repartición «no es en términos de justicia solo, sino de efectividad. Todos tiran adelante si saben que del resultado final también va a derivarse su ganancia». Si Boskov acuñó el tópico «fútbol es fútbol» para definir este deporte, Gerardo Gutiérrez podría decir aquí de forma sucinta: «Empresa es empresa». Dicho queda.

Sentimiento de equipo

«Puedes tener muchas figuras, pero si no tienes un sistema de juego, un equipo, una afición, difícil te van bien las cosas. Se trata de que todos sudemos la misma camiseta. Eso te hace ser más competitivo». En este lenguaje futbolístico explica Gerardo el devenir de la empresa Gadea.

Además, Gerardo Gutiérrez es desde el año 2012 el presidente de la Empresa Familiar de Castilla y León. Esta abarca el 97% de las empresas de la región, el 80% del empleo y las tres cuartas partes de aportación al PIB. Palabras mayores, sin duda.

En época de estudiante de Facultad, Gutiérrez ya participaba en las asambleas universitarias en tiempos de Franco y era, confiesa, «de los rebeldes». Ese concepto asambleario lo ha recuperado para su fábrica: «Todos a la vez revisamos lo que está pasando y ponemos encima de la mesa los proyectos. Así todo el mundo sabe dónde quiere estar la empresa dentro de diez años y cómo conseguirlo. No entiendo por qué en otras empresas no se hace». Se resume en dos conceptos: «Complicidad y trasparencia», que hacen que la compañía «quizás esté un paso por delante de la mayoría», apunta.

El mejor fútbol de la historia

Crítico con la consideración del fútbol «como negocio», ya que este fue el deporte que practicaba (jugaba de interior derecho) hasta la saciedad desde los 7 hasta los 18 años, tampoco está muy conforme con los empresarios ni con los rectores del fútbol mundial. Confiesa que se «morirá siendo del Madrid», aunque ve el balompié «sin pasiones, ni fanatismos», al contrario que en México, su ciudad natal y con la que aún conserva ligazones. Observa a la juventud desde la Logse menos formada: «Aunque se diga lo contrario, nos hemos igualado por lo bajo y no hay conciencia del esfuerzo ni de la capacidad para resolver problemas». Sin embargo, a su criterio, en el fútbol sucede al revés, que cada vez estamos más preparados técnica y físicamente: «Estamos viendo el mejor fútbol de la historia».

Solo ha acudido una vez al estadio José Zorrilla. Fue con motivo de un partido de ida de eliminatoria copera en 2005 entre el Real Valladolid y el Real Madrid. El encuentro terminó con un insulso 0-0. En la vuelta, un gol de Xavi Moré dio el empate final (1-1) y la clasificación al Real Valladolid, eliminando a todo un Real Madrid. Bastantes años antes, coincidiendo con el regreso de vacaciones desde León, y cuando Gerardo apenas tenía nueve primaveras, había presenciado otro Real Valladolid-Real Madrid en el Viejo Zorrilla y lo único que retiene su memoria fue un 'zapatazo' que soltó el central blanco Santamaría que «sacó el balón del estadio y terminó en el río Pisuerga».

Si resolviendo problemas se pasó toda su carrera de ciencias, y «este ha sido sin duda el mejor entrenamiento para la vida», hay otra circunstancia que quizá ahormara su forma de ser. «En México en clase era el 'gachupín' [término despectivo con el que llaman a los españoles]. Ya en España, era el mexicano. Esto te marca. Yo decidí ser de Riaño, por pasar allí los veranos. Pero sucede que en un momento te lo quitan y dejan inundarlo junto a otros siete pueblos por el embalse...». Todo forja. No hay que asustarse de nada. Ni del agua ni del fuego. Gerardo es, por carácter, de Riaño... y también de su empresa y del Real Madrid -aunque en Gadea también haya barcelonistas-. Ahí está su identidad.Social Media for Business here



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