lunes, 16 diciembre 2013, 00:07Social Media for Business here
Hubo que esperar a las 5 de la madrugada, hora española, para que nuestro enviado especial a Monterrey diera la buena nueva a los pocos que preparaban una edición especial de Marca para el día 17 de diciembre. José Legrá se había proclamado campeón del mundo de boxeo del peso pluma en la versión del Consejo. El rival fue el mexicano Clemente Sánchez, un auténtico pelele en manos del boxeador hispano-cubano que llegó a derribar a Clemente en 11 ocasiones. La plaza de toros monumental de Monterrey fue el escenario de la coronación del 'puma de Baracoa'. Quizá por la presión de pelear en casa y por la de sobra conocida rocosidad de los púgiles mexicanos, Clemente aguantó la lluvia de golpes, de todos los calibres, hasta el décimo asalto. Fue en ese momento en el que Legrá, tras una finta con la izquierda, impactó una derecha certera en el estómago del púgil local que le hizo doblar definitivamente las rodillas. El árbitro no tuvo más remedio que parar el combate ante la superioridad del pequeño gran boxeador español.
Maradona, tres meses de baja por hepatitis
La noticia corrió como la pólvora por Barcelona el 16 de diciembre de 1982. El parte médico de los servicios médicos del Barcelona era bastante claro: "El jugador profesional del Barcelona Diego Armando Maradona está afectado de una hepatitis, de probable origen vírico, por lo que ha sido dado de baja durante un periodo de tiempo no determinado", decía la nota. El doctor Bastit se dio cuenta de la dolencia del astro argentino inmediatamente. Maradona, en recuperación de su lesión de tobillo, acusó vómitos y malestar, al llegar al vestuario tenía los ojos inyectados en color amarillo. Las pruebas posteriores confirmaron lo que Bastit apreció a simple vista. Según los especialistas consultados en aquel momento, el periodo de reposo de Maradona no sería inferior a tres meses. También, los galenos del Barça decidieron hacer pasar a toda la plantilla y cuerpo técnico por la sala de análisis para comprobar que nadie más estuviera aquejado por la misma dolencia de Maradona.
El 16 de diciembre de 1993 el Real Madrid debía defender la renta lograda en su estadio en el partido de ida de la Supercopa. En el Bernabéu los hombres de Benito Floro ganaron 3-1 al Barcelona, una diferencia a priori suficiente, pero tratándose de un Clásico la remontada no estaba descartada. Sin embargo, el guión planteado por Cruyff en el intento de remontada se fue al traste cuando en el minuto 21 Zamorano adelantó a los blancos en el marcador. El campeón de Copa siguió a lo suyo hasta que el Barcelona empató en el minuto 65. Sabedores de la ventaja que todavía tenían, los madridistas aguantaron sin problemas con las tablas en el marcador que mandaba la cuarta Supercopa a las vitrinas del Santiago Bernabéu. Al final del encuentro, el Real Madrid con Michel como maestro de ceremonias decidió dar la vuelta de honor al Camp Nou ante el enfado de los pocos aficionados que aún quedaban en la grada que empañaron la celebración con el lanzamiento de naranjas y botellas de plástico, sin que hubiera que lamentar ninguna desgracia.Social Media for Business here
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