Kaká se disculpa tras la expulsión del sábado | EFE
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Kaká va camino de sumar su cuarta temporada en el Real Madrid. Desde que aterrizó en 2009, su rendimiento, lejos de mantenerse o mejorar, ha ido decreciendo hasta niveles más que preocupantes. Año tras año, el brasileño se ha superado a sí mismo en lo que a decepciones se refiere. En 2010 amargó a la entidad con sus problemas físicos y su retrasada operación de pubis. En 2011 fueron sus malos partidos frente al Barça los que dejaron mal sabor de boca. Al año siguiente, pareció mejorar al inicio de curso, pero la semifinal de Liga de Campeones ante el Bayern (penalti fallado incluido) dejaron entrever que el jugador ya no remontaría el vuelo. Aquello parecía difícil de empeorar. Hasta el sábado.
La tonta autoexpulsión del mediapunta no ha hecho más que ratificar la opinión que se tiene en la casa blanca sobre él. Hay que venderlo y hacerlo cuanto antes. Una operación en la que en Chamartín ya empiezan a asumir que amortizar su fichaje será harto difícil.
La salida a coste cero para liberar su ficha empieza a ser una opción valorada. Esto es: dejarlo salir en libertad con tal de que la casa blanca se libre de los casi 12 millones de euros limpios por temporada que cobra.
Y es que el sueldo de Kaká es uno de los mayores problemas que tiene que gestionar en la actualidad la directiva blanca. Y eso que el brasileño sigue cotizando bajo la 'Ley Beckham'. Esto es: el Real Madrid paga un total de 15 millones de euros, de los que 12 son de sueldo y 3 en concepto de impuestos.
Sin embargo, y pese a ello, cobra lo mismo que Cristiano Ronaldo y su rendimiento, como resulta obvio, es bastante menor. En alguna ocasión el delantero ha destacado que no entiende como puede seguir percibiendo el mismo sueldo.
Es uno de sus argumentos para solicitar una renovación que sería más sencilla si el salario de Kaká se destinase a CR7. De hecho, tal y como contó EcoDiario.es, la venta de Kaká en verano habría desatascado la renovación del portugués. Pero el adiós no fue posible.
Y eso que Mourinho se lo dejó bien claro a principio de curso. Ni él, ni Carvalho contaban apenas para 'The Special One'. Kaká, sin embargo, se quedó. Lo hizo, en parte, porque creía que todavía podía triunfar en el Real Madrid, aunque el principal motivo era (casualmente) económico. Ningún club de los que lo pretendían (PSG, Milan y Corinthians) le ponían sobre la mesa el sueldo que cobra actualmente en el Real Madrid.
De hecho, clubes como el italiano ni si quieran podían asumir la ficha en caso de que el Real Madrid aceptase la cesión del futbolista. Como máximo le podían pagar ocho millones de euros. La elevada fiscalidad transalpina hacía que esa cifra ya supusiese un salario bruto de 16 millones de euros, más de lo que debe pagar el Real Madrid en la actualidad.
A ello había que unir que en el Bernabéu se exigía una compensación económica por la salida del futbolista, algo que casi ningún club estaba dispuesto a asumir.
Hoy por hoy, y sin pretendientes claros en el horizonte, en Chamartín entienden que es mejor abrir la puerta de salida de Kaká a coste cero con tal desentenderse de él y empezar a gestionar el club sin el lastre económico que supone su ficha.
De no conseguirlo, el siguiente paso sería el de pactar de mutuo acuerdo una rescisión de contrato que minimizase al máximo las pérdidas con el pago de una de las dos temporadas que le quedan y el perdón por parte del jugador de la segunda, una alternativa que, por ahora, no se valora en Chamartín.
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