Si uno piensa en Kaká, lo primero que le viene a la cabeza es su sonrisa. Dientes blancos, mirada limpia, facciones suaves. Parece que nunca haya roto un plato. El brasileño no la pierde nunca, ni en sus peores momentos en el Real Madrid, cuando encadenaba una lesión tras otra. Tampoco ahora, pese a llevar meses defenestrado por un Mourinho que solo le utiliza en partidos de poca trascendencia. Será por su profunda fe cristiana.
A sus 30 años, mientras otros campeones del Mundo como Casillas, Sergio Ramos o Xabi Alonso se quedaban en casa descansando, Kaká se desplazó hasta Alcoy para ejercer de capitán del Real Madrid en el duelo de dieciseisavos de final de la Copa del Rey ante el Alcoyano. Siempre profesional, el centrocampista fue de los más destacados de su equipo y anotó un gol en los dos remates que hizo.
Estos son los únicos encuentros en que Mourinho le da la alternativa, donde hay poco que ganar y mucho (muchísimo) que perder. Las recientes convocatorias de Kaká con la selección de Brasil, sin embargo, obligan al luso a darle minutos pese a que en verano intentó encontrarle una salida a toda costa.
Se habló del Milan, del PSG e incluso del New York Red Bulls donde juega su hermano Digao. Pero el medio de Brasilia se quedó en la capital de España. "Nunca he pensado en la posibilidad de dejar el Madrid. Tengo tres años más de contrato y sé que puedo darle más al equipo", ha declarado en una entrevista al periódico Estadao.
Kaká lleva meses demostrando que está plenamente recuperado de sus problemas físicos, de la pubalgia y la lesión de menisco que le provocaron quebraderos de cabeza durante meses. Llegó al Madrid en 2009 previo pago de 67 millones y nunca ha podido mostrar todo el talento que enseñó en Italia. Su entorno cree que es su técnico el que le boicotea.
El brasileño nunca ha sido uno de los titulares de José Mourinho. Pese a su jerarquía y su calidad, el técnico luso ha preferido siempre a otros futbolistas, dando a entender que Kaká no encajaba en su esquema. El portugués nunca le ha dado continuidad e incluso ha aprovechado algunos partidos para señalarle ante la grada con una sustitución en el descanso (ante el Granada el curso pasado o frente al Celta hace solo unos días).
En la Copa y en la Champions, sus minutos siempre han sido en escenarios de poco relumbrón o en plazas complicadas cuando el Real Madrid estaba al borde del precipicio. Sirvan como ejemplo su participación en la ida contra la Ponferradina o este miércoles en Alcoy o ante el Ajax y el APOEL en la Champions. Luego están sus minutos en los tremendos choques ante el Barça y el Bayern de Múnich, donde Mou ha echado a Kaká a los leones con su equipo más cerca de la derrota que del triunfo.
Parecía una estrategia dirigida a acabar con la paciencia del futbolista, a lograr que abandonara la entidad blanca. Pero él aguantó. Y la llamada de Mano Menezes sirvió de tabla salvadora. El seleccionador de Brasil convocó a Kaká en septiembre por primera vez desde el Mundial de Sudáfrica. Y en los amistosos ante Japón e Irán, el centrocampista se salió. Al lado de Neymar, fue titular en ambos partidos, jugó muchos minutos (154) y anotó un gol en cada partido. "Conseguí jugar bien y eso para mí era importante porque en el Madrid no tenía continuidad", explica.
Menezes quedó contento con la actuación del futbolista y por eso el martes le convocó de nuevo para el duelo ante Colombia, el partido 1.000 de la historia de la seleçao. Será casualidad pero, últimamente, siempre que Kaká es incluido en una lista de Brasil, acto seguido Mourinho le saca de su ostracismo y le da un puesto de titular.
A finales de septiembre, Menezes contó con el elegante futbolista y, acto seguido, Mou le utilizó 10 minutos ante el Barça, 44 contra el Depor y 45 frente al Celta (que son todos los minutos que ha jugado en la Liga) y 75 ante el Ajax en la Champions. Con la nueva convocatoria de la canarinha, el entrenador del Madrid ha contado con Kaká ante el Alcoyano, único encuentro en el que ha disputado todos los minutos. Quizás el sábado repita frente al Zaragoza, antes de volver a un banquillo del que solo sale cuando le llaman de su país.
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