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Repetir cualquier cosa es una acción complicada, incluso si es un error. Requiere de una fase de aprendizaje previa y una notable ejecución posterior, de tal modo que se convierta en algo propio, casi intrínseco. Parafraseando a Bernard Shaw, “cuando alguien tiene algo que decir, la dificultad no está en conseguir que lo diga, sino que lo repita a menudo”. Repetir es volver a conseguirlo, por lo que no hay que restar mérito en el camino a Barça y Madrid hasta llegar a la Copa del Rey. Obviando que la rampa de salida no es equitativa, aunque no empeñemos en separar el fútbol de las matemáticas.
El fútbol mantiene una senda polarizada hacia lo gigante en la que los dos reductos sin peso real en las decisiones se ven cada vez más apartados: el equipo pequeño y el aficionado. En España no se quieren campos llenos, sino salones repletos y televisiones encendidas. El interés del órgano de decisión recae sobre las audiencias y no sobre las butacas del estadio. Es una evidencia. Otrora, la pasión futbolística mantenía pequeños grandes caudales; hoy, el fútbol español trasciende cualquier frontera, por lo que de poco vale analizar la presencia en los estadios de hace diez años sin ser capaz de medir (siquiera cualitativamente) el incremento del fútbol en lo cotidiano. No en números, sino en la taberna; probablemente la forma más exacta de medir, la que al menos utiliza el maestro Alcántara para escribir.
La peor noticia es que una final entre Barça-Madrid ha dejado de ser noticia en los últimos años
La consecuencia general (más allá de muchas otras y de muchos otros factores) ha sido una polarización que ha desencadenado una batalla bipolar desde dos ángulos distintos: Barça o Madrid y Barça-Madrid contra el resto. En los pequeños ha crecido el complejo pasional contra los grandes, que siempre es una buena excusa para desviar la atención de los problemas de cada uno, algo así como el dedo acusador de Cataluña contra España, pero con un poco de razón. Y desde los grandes ya no hay rivales sino espárrines para competir por Europa con algún infiltrado de vez en cuando. Como el Atleti, que con la fe ganada ha demostrado que sus dioses eran terrenales.
Con la de 2014 serán cuatro años consecutivos en los que Madrid y Barça se ven en Copa del Rey. En total, siete partidos. Más liga y Champions. El hastío no es, en este caso, la repetición (que se puede celebrar como rumbo a la excelencia), sino la resignación a que la matemática ha llegado al fútbol para quedarse hasta que alguno de los dos cometa una gran torpeza. El embrión de Ancelotti parece una máquina de ganar con apenas ocho meses. Y el engendro en tratamiento de Martino sigue salvando partidos, curandero Messi incluido, mientras busca una senda definitiva. Solo Europa mide realidades con no más de un suficiente para cada uno.
La bipolaridad es el síntoma que resume la sociedad española: dos contra sí mismos y contra el resto
Especulaciones económicas al margen, la Copa es la competición a la que el pequeño acude con la ilusión de poder mirar de cara al gigante; donde se escriben las historias que pasan a la posteridad y donde la meritocracia cobra el valor de un solo partido, desvirtuando matemáticas que acaban siendo vida, que como dice Bielsa es por lo que tanto nos gusta el fútbol. Otro Barça-Madrid no es una buena noticia. Ni mala. Simplemente ya no es noticia. La resignación bipolar ha convertido al mejor convite futbolístico en un simplón trance de entremés. Y ahora, llega la Liga. Y ahora llega la pelea de cada domingo. Y ahora llega un partido donde uno puede dejar sentenciado el recorrido o donde otro puede abrie más que nunca los apenas dos meses que restan de competición. Barça-Madrid suena bien; otro Barça-Madrid es el símbolo de aquella cita de Susan Sontag: “No está mal ser bella; lo que está mal es la obligación de serlo”.
Las casas de apuestas, los mayores beneficiados de esta igualdad y clonación de clásicos. Son quienes más logran embolsarse beneficios estos días
Estos clásicos despiertan tanta expectación que las páginas web que se dedican a los pronósticos y el azar aumentan sus visitas significativamente los días previos a los partidos. Por tanto, el número de apostantes y sus beneficios aumentan considerablemente. De esta manera, las campañasde este tipo de empresa se centran en promocionar estos partidos a través de distintos canales y de sus webs para hacer su Agosto. Además, cabe añadir que apostar por este partido se hace realmente difícil para un apostante, pues las cuotas son bastante parecidas. El mensaje es claro, muchos ganan, pero muchos más pierden.
Por ejemplo, la casa de apuestas deportivas Interwetten ofrece 2,30 euros por euro apostado al Madrid y 3 euros por euro apostado de lado del Barcelona como vencedor. Pero por lo que mas dinero ofrecen es por el empate, 3,50 euros.
Por otro lado, la casa de apuestas Bwin lanza una oferta realmente parecida pero con un poco mas de fe en el Madrid, 2,15 para el Madrid y 3,10 para el Barça. Eso sí, el empate lo paga mejor que su competencia, 3,60 por euro apostado.
La conclusión de todo este festín es que los claros ganadores son los clubes que embolsan derechos de televisión y de otros medios y las casas de apuestas, que se aprovechan de la situación y del frenesí que vive el país por el clásico.
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