El flamante Balón de Oro se convirtió en una aislada pero mortal esfera de demolición para un Granada robusto hasta el descanso, tras el cual se abrió el grifo para los estiletes blancos, que se espabilaron bajo la ducha. Cristiano Ronaldo rompió el precinto cuando concurrió una fatalidad en el hasta ese momento impoluto escuadrón rojiblanco, que había hecho mareante la travesía al Madrid, incómoda como el camarote de un barco a la deriva. Orden atrás y gestión eficiente del balón para multiplicar los silbidos en la grada, aunque el peligro del Granada se equiparara al que hay en un monasterio de clarisas. Al menos, todo lo iban salvando con equilibro en medio de la amenaza, hasta que a alguien le entró mucha prisa y cayó en una trampa de consecuencias mortales.Social Media for Business here
Link
0 comentarios:
Publicar un comentario