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lunes, 17 de diciembre de 2012

El Real Madrid se para | Liga BBVA | AS.com

Óscar García

16 de diciembre de 2012 21:17h
El Real Madrid se paraAmpliar Cristiano no fue suficiente para ganar al Espanyol. | PIERRE-PHILIPPE MARCOU PIERRE-PHILIPPE MARCOU

Real Madrid: Casillas; Arbeloa, Pepe, Sergio Ramos, Coentrao; Khedira, Xabi Alonso; Modric (Di María, m.46), Özil, Cristiano Ronaldo; Callejón (Morata, m.73).

Espanyol: Kiko Casilla; Javi López, Colotto, Héctor Moreno, Víctor Álvarez (Capdevila, m.59); Víctor Sánchez, Forlín, Wakaso (Christian Alfonso, m.29), Verdú (Albín, m.70); Simao y Sergio García.

Goles: 0-1, m.30: Sergio García. 1-1, m.45: Cristiano Ronaldo. 2-1, m.48: Coentrao. 2-2, m.88: Albín.

Árbitro: Mateu Lahoz (colegio valenciano). Amonestó a Cristiano (80) por el Real Madrid; Wakaso (13), Christian Alfonso (61), Víctor Sánchez (78) y Albín (89) por el Espanyol.

Incidencias: encuentro correspondiente a la 16ª jornada de la Liga BBVA, disputado en el estadio Santiago Bernabéu ante la presencia de 65.000 espectadores. Se guardó un respetuoso minuto de silencio en memoria de Nannete Norma di Stéfano, la hija del presidente de honor del club Alfredo di Stéfano.

Cristiano no fue suficiente contra el Espanyol. El Real Madrid sufrió un frenazo tan brusco como inesperado que le deja en una situación más que comprometida en la Liga y obliga a realizar un ejercicio de imaginación para justificar con seriedad una defensa de sus opciones reales en el campeonato. La culpa fue del Espanyol, que nunca se rindió, y de los errores del propio Madrid. De un fallo de Modric en el pase nació el primer gol visitante y un nuevo error de todo el equipo al defender una acción a balón parado permitió empatar a Albín.

Las excusas, las justificaciones para este soberano tropezón hay que buscarlas en el mismo Madrid, en su juego plano, en las enormes dificultades que tiene para elaborar, en la falta de contundencia atrás y en la pérdida de esa pegada que tantos problemas ha solucionado. Más allá de Cristiano es difícil encontrar argumentos que recuerden al equipo ambicioso, rocoso, demoledor y casi invencible del curso pasado. De todo lo bueno que se construyó, queda poco a simple vista.

El inagotable talento de Cristiano Ronaldo no bastó esta vez. Su ambición desmedida y cada vez más controlada se convierten en el único argumento al que es capaz de agarrarse el Real Madrid en los momentos de duda y dificultad. Cuando todo se vuelve del revés, Cristiano se presenta como el único remedio para sobrevivir. Su presencia ayuda a relativizar cualquier problema que pueda tener el Madrid. Es un futbolista superlativo y su equipo lo está exprimiendo al máximo. Contra el Espanyol dejó un gol, una asistencia y dio el empujón definitivo a una remontada a la que obligó el tanto de Sergio García. Pero todo quedó en nada con el posterior tanto de Albín.

Y es que la trascendencia de Cristiano va más allá de sus muchos goles. Es una cuestión de actitud, esa incapacidad para rendirse cuando todo está en contra y de buscar siempre más cuando el sopor y el conformismo rondan en el ambiente.

Cuanto más se aleja de comparaciones, cuanto más despreocupado se muestra por galardones y halagos, mejor futbolista parece Cristiano. Sobre el césped del Bernabéu nadie resistió una comparación con él. Ni de su equipo, ni del Espanyol. Se aproximó, como de costumbre, Özil, por talento e influencia en el juego.

Cristiano y Özil no encontraron mejor socio que Di María, rescatado del banquillo en el segundo tiempo y que pareció más activado que de costumbre. Lo agradeció el Madrid, que vio multiplicadas sus opciones en ataque. No resultó complicado esto último, visto el fútbol raquítico mostrado por el Madrid en la primera parte.

Ofreció pese a todo un comienzo engañoso el Madrid, que sin grandes alardes, sin derrochar ideas, y, con Callejón como delantero, fue el dominador absoluto del choque en la primera media hora. Modric, enganchando por delante de los mediocentros, parecía a gusto y dispuesto a asumir la responsabilidad creativa que no era capaz de aportar Xabi Alonso, vigilado de cerca por Verdú, un futbolista que eleva su fútbol muy por encima del de su equipo. Un apocado Espanyol del que apenas había habido más noticias que dos incursiones de Simao y Sergio García. Lo que en ese momento se interpretó como una anécdota, fueron en realidad dos avisos serios. Y al tercero, el susto se transformó en gol. Modric perdió el balón y Verdú puso su firma a un excelente pase que completó Sergio García superando a Pepe y Ramos en velocidad y batiendo a Casillas.

De ahí al descanso, el Madrid se encomendó a Cristiano, no tuvo más fe ni argumento que ese. En épocas de penurias no tiene más argumento que agarrarse a ese inagotable talento. En las botas de Cristiano busca, y normalmente encuentra, este equipo la solución a sus problemas. No fue una excepción esta vez y poco antes del descanso logró el empate el portugués a pase de Khedira.

La segunda parte dibujó un panorama bien diferente. El Madrid elevó su autoridad del césped hasta el marcador, con un gol de Coentrao a pase de Cristiano. Apenas se habían consumido tres minutos y lo que se adivinaba era una cuesta abajo plácida para el Madrid. Nada más lejos de la realidad.

Espabiló el ataque con la presencia de Di María y lo pasó mal el Espanyol, que logró resistir gracias a Casilla y a la indecisión del Madrid cuando le tocó rematar la faena. No fue capaz de hacerlo, malgastó todas sus oportunidades y terminó por dejar una puerta abierta por la que se coló el Espanyol y se le alejó todavía másla Liga al Madrid.

A dos minutos del final, el habitual desparrame que se vive en el área del Madrid cuando le toca defender las acciones a balón parado vivió un nuevo episodio. Se aprovechó de él Albín, sustituto de Verdú, para batir a Casillas y dejar a este Madrid de Mourinho en una situación extremadamente comprometida.



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