CELSO FERREIRO Los próximos días 16 y 17, se celebrará en Cádiz, como colofón de los actos del bicentenario de la Constitución de 1812, la XXII Cumbre Iberoamericana de jefes de Estado y de Gobierno, a la que están convocados 22 países. Estas "cumbres", ideadas por España, si bien abundan en la retórica, facilitan el encuentro directo entre los líderes iberoamericanos, que coadyuva y facilita un mejor entendimiento. La que ahora se celebra en la capital andaluza incide en más de lo mismo: cooperación internacional (evitar que la ayuda a los necesitados caiga en las manos ricas de los países pobres), disección de nuevos intercambios culturales y económicos entre Europa, Norte de África y América con España, reforzar la seguridad jurídica, el respeto a los convenios internacionales, erradicar el populismo y desterrar, si ello es posible, las desigualdades en la distribución de la renta. En una región donde el narcotráfico y el terrorismo todavía perviven, resulta aconsejable realizar una acción pedagógica para neutralizar la prédica común del indigenismo que, en puntos del Altiplano, sestea la miseria. Pocos países de la zona se salvan de la crisis económica y, en algunos casos, institucional. Tal vez Brasil y Chile puedan ser citados. Bolivia sigue tristeando, Colombia en un proceso de pacificación incierto, Ecuador a la vera del bagual venezolano y la Argentina soportando las recetas peronistas de Cristina Fernández de Kirchner, incapaces de encauzar la nación hacia una prosperidad que se le resiste. La XXII Cumbre Iberoamericana puede ser el trampolín para relanzar la marca España, cuyos sellos más relevantes a nivel mundial son el Real Madrid e Inditex, y también la ponderación de la figura del rey don Juan Carlos, trasteada en los últimos tiempos. Se cuenta con un arma poderosa: la lengua común, con la que recorremos nuestra vida. Deberá ser complementada con una política hacia América, al menos tan exterior como hacia Europa.
El Gobierno argentino ha suspendido el contrato de mantenimiento de los trenes Talgo que circulan de Buenos Aires a Mar de Plata concertado con España por valor de siete millones de euros. Hace unos días, el Talgo tardó 12 horas en recorrer los 500 kilómetros de llanura que separan las dos ciudades. Según Clarín, las averías se suceden por el escaso mantenimiento e inversión de las autoridades locales y por el viejo tendido de vías, que no ha sido modificado.
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