Remontó once puntos en los últimos trece minutos, cuando el conjunto griego apenas pudo anotar cinco puntos
El Real Madrid ya había visitado el OAKA ateniense durante la primera fase de la Euroliga y se había llevado una grata sorpresa. Un escenario temible en otras épocas, se había convertido hace unas semanas en un plácido pabellón. Una imagen desangelada, con las gradas medio vacías y el ambiente frío. Una caricatura de antaño. Ayer, el panorama fue muy diferente, más acorde a la historia de uno de los equipos más laureados de Europa, al que su afición siempre ha acunado hacia el triunfo. Suena a tópico, sí, pero no se falta a la realidad si se habla de infierno verde para referirse a lo vivido ayer por el Real Madrid en Atenas durante gran parte del encuentro.
Lo fue por su propia incapacidad para crear juego y anotar canastas, pero también por el trato de favor arbitral, que bloqueó a los madridistas durante gran parte de la primera mitad. Hasta ahí, el Real Madrid fue una caricatura de lo que ha sido durante toda la temporada. Un equipo lento y espeso. Sin ideas. Con posesiones largas que terminaban en lanzamientos complicados y pases horizontales que terminaban en las manos de Diamantidis. El base griego, alma del Panathinaikos dentro y fuera de la cancha, fue el que inició el despegue verde, que encontró en el trío arbitral un aliado inesperado.
Con ese cóctel, el botín que se llevó el Panathinaikos al descanso fue de diez puntos (37-27), renta importante pero asequible si Laso conseguía cambiar el chip de sus jugadores. Le costó encontrar su juego, pero el Real Madrid lo consiguió justo después de que los árbitros señalaran una técnica al banquillo tras la enésima embestida de Schortsanitis bajo el aro.
Ganaba por once entonces el Panathinaikos (49-38) y quedaban trece minutos por jugarse. Rugía el OAKA y se lamentaba el banquillo blanco, mientras Begic cogía la pelota y machaba el aro griego. Fue el inicio de la remontada, en la que el esloveno fue fundamental con su defensa a «Baby Shaq» y su intimidación en la pintura. El triunfo blanco, el sexto en otros tantos partidos en el Top 16, se cocinó a fuego lento. Punto a punto. Socavando la moral del Panathinaikos que desde ese momento solo anotó cinco puntos.
Enfrente, los rostros de Rudy y de Llull eran diferentes. La defensa de Draper sobre Diamantidis secó la creatividad griega y Begic selló los "bajos" del aro blanco. El resto, fue esperar que fueran llegando los puntos. Un triple de Sergio Rodríguez puso al Real Madrid por delante y una canasta de Draper silenció las 20.000 gargantas del OAKA para darle al Real Madrid una victoria de prestigio, la primera de la temporada en Europa en una cancha de un aspirante al título.
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