Antes que nada, por pura cortesía, permítanme, no sea que sea ésta una de esas situaciones en las que hay que empezar por el principio. Allá vamos, por si acaso: señores lectores, lo que se ha visto esta noche en el Veltins Arena, es el Schalke, más o menos (más más que menos), el próximo rival del Real Madrid en Champions. Un equipo que deja detalles arriba, donde tiene dinamita y calidad, y que pide caridad en defensa, línea cuya actividad se reduce a hacer carantoñas a los que visitan su área, sin importar que vistan un jersey diferente. Con todo, si uno se fija bien, le hace la radiografía pertinente y procede a auscultar, comprueba que los blancos no tienen mucho a lo que temer del Schalke.Social Media for Business here
El Schalke, como una señorita de un bar de carretera con letreros luminosos, tenía la capacidad de decidir el rumbo de la noche, poseía la llave de la diversión. Con un simple gesto para desabrochar uno y otro botón de una ceñida camisa, todo hubiera sido más bonito. Pero los hombres de Jens Keller parecían no querer calentar el partido, seguramente influido por la cita que les espera entre semana en Champions. Así pues, el partido fue soso, sin emoción, monótono. Un suplicio para el espectador neutral.
Un partido, por otra parte, con el que Cristiano Ronaldo, si es que lo ha visto, se habrá relamido. Las bajas del Schalke, que no le han impedido conseguir una racha de una derrota en los últimos 13 partidos, pasaron factura. Se notó especialmente en la defensa, cuyo eje central, formado por Santana y Matip, ejerció de papá y mamá de los delanteros del Mainz: todo facilidades. Alguien debería pensar en devolver a su sitio a Papadopoulo… Lo dicho, Ronaldo y compañía se pueden divertir mucho el miércoles en Alemania. Además, la pobre destreza de Hoogland en acciones ofensivas hace más hiriente la ausencia de Uchida.
Naufragio en el centro del campo
El centro del campo no estuvo tampoco a su mejor nivel. Boateng no se sintió cómodo en esa posición y Neustäder no tuvo presencia. Meyer hizo las delicias de los valientes que se asomaron y se mantuvieron atentos al partido, con una galería de gestos técnicos que evidencian lo prometedor de su futuro. Goretzka se quedó cerca de su nivel y dejó una vez más esa sensación de que, con algo más de sangre, sería un jugador decisivo en Alemania. Tiene pocos años y mucho tiempo para demostrar. De Huntelaar hay poco que decir, lo cual, paradójicamente, explica mucho. Aislado en ataque y desnutrido de balones, acabó desesperado.
El Mainz estuvo a la altura y Farfán respondió
El Mainz, que llegaba al Veltins Arena con cuatro victorias en los últimos cinco partidos, sale de éste con ocho duelos sin conocer la derrota y acariciando la Europa League. Okazaki y Koo volvieron locos a los defensas locales, pero Fährman apareció siempre.
En el Schalke, Farfán dio la cara en la primera parte y en el arreón final de la segunda, ya con Draxler (25 minutos jugados) en el campo. Al joven alemán se le notó que no está a tono e hizo dudar de la conveniencia de su titularidad en Champions. En esa recta final, Bell tuvo un cabezazo en el área pequeña que mandó a las manos de Fährman. Un leve giro de cuello lo hubiera convertido en gol.
Pero estaba la noche en plan rácana y no hubo goles. Al Schalke no le valió con mirar con un ojo al Mainz y con el otro a la Champions y dejó escapar dos puntos y la posibilidad de meter presión a Dortmund y Leverkusen en la lucha por la Champions. Los otros puntos negativos fueron el peso creciente de las bajas, la impasividad de la defensa y la falta de ritmo de su estrella, Draxler. El clavo ardiendo al que agarrarse con vistas a la Champions: no pierden en casa desde el 3 de diciembre (en Copa, ante el Hoffenheim).
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