No es que yo goce de una gran memoria, como bien saben todos los que me conocen, pero sí puedo decir que no recuerdo un partido tan redondo del Real Madrid en muchos años, con tanto control del juego, tantas llegadas claras, un fútbol tan hilvanado y asociativo y tan pocas ocasiones del rival.Social Media for Business here
En definitiva, bajo mi punto de vista, el partido fue un encuentro redondo, redondo, de los blancos. Desde el equilibrio ofensivo-defensivo comenzaron a tocar el balón como mandan los cánones, con paciencia en la zona de creación y velocidad de vértigo en los últimos metros, el fútbol con mayúsculas que a todos nos gusta y que se ha ido difuminando entre debates etéreos sobre el falsario tiki taka y el atropellado contraataque.
Todo el equipo brilló a un gran nivel, salvo Diego López, no porque él no quisiera, sino porque ni siquiera se tuvo que emplear a fondo. Pepe y Ramos estuvieron muy atentos a la línea de presión y destruyeron cualquier ataque pucelano incluso antes de que éste se comenzara a plantear.
Marcelo y Carvajal dieron profundidad por sus costados respectivos, sin dejar de mirar atrás y evitar los ataques contrarios. Xabi Alonso y Modric comandaron la nave con una gran calidad técnica, tanto defensiva como ofensiva, dando una clase magistral de como jugar al fútbol, una de esas que deberían de enseñarse en las escuelas de fútbol de todo el mundo.
Por delante de ellos, Isco brilló más que nunca gracias a la continuidad que hasta ahora le había venido faltando. Se asoció, abrió huecos, repartió balones a los espacios y maravilló con su magia, esa magia inigualable que combina lo mejor de dos espejos en los que el malagueño se debe de haber fijado porque su fútbol los recuerda, Zidane y Butragueño, la elegancia del primero y la electricidad mágica del segundo.
En las alas, Di María estuvo animoso todo el encuentro, como suele, profundizando una y otra vez y creando un permanente dolor de cabeza en la defensa pucelana. El argentino, no siempre acertado, sí que es capaz de generar cosas a su alrededor y con ello dinamizar al equipo de manera permanente. Por la derecha, Bale estuvo combinativo, olvidándose de las conducciones de las que abusaba al principio y con ello ayudó a que el fútbol mejorara y él tuviera más opciones de marcar, hasta tres goles hizo, todos de empujarla, de estar ahí, y alguno más pudo marcar dejando siempre la sensación de que aquí hay futbolista, algo que ninguno dudábamos.
Y por delante mi amigo Benzemá, el jugador más exasperante del mundo, pero de un talento sublime. Anoche ofreció su mejor versión, participando en el juego, asociándose con sus compañeros, buscando los espacios, mejorando, en definitiva, la jugada siempre que ésta llegaba a sus pies.
En definitiva, un Madrid de bandera que brindó un juego redondo, uno de esos partidos que marcan la solidez de un proyecto y la idea de un entrenador, porque parece que sí se podía jugar de esta manera por mucho que Mourinho se empeñara en lo contrario.
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